DETENCIÓN DE DRONES

La detección supone aplicar rangos de mayor o menor área de superficie, así como de definición de tamaño de objetivos. No es lo mismo poder localizar pequeños drones de 15 ó 40 cm, que pasan con facilidad los perímetros de seguridad pero tienen muy poco alance, que otros aparatos más complejos, con más capacidad de carga y autonomía de vuelo, de 15, 300 o 1.100 kilos. La sofisticación y la distancia son las dos variables de la detección. El Black Hornet (tamaño nano), el Phantom 3 (cámara doméstica) y el Hermes 90 (UAV ligero) serían tres ejemplos de productos que plantean un triple reto para los fabricantes. Las soluciones para la detección son cuatro: el uso del radar convencional, el radar persistente, el sonido mediante técnicas acústicas, y la vigilancia espectral de radiofrecuencia. La opción preferida suele ser un sistema combinado porque aumenta la efectividad. Los radares de onda continua deben ser compactos y desplegables, y tienen un coste asumible.

El seguimiento implica poder identificarlo mediante monitores y pantallas. Aquí, el factor diferencial es la radiofrecuencia, tanto en la comunicación con el radio operador, como con el GPS, formado una cúpula electromagnética que garantice un área de unos 500/600 metros. La identificación se puede realizar mediante técnicas “microdoppler”, que permiten diferenciarlo de aves; por imagen en infrarrojo y huellas de calor o cámaras hiperespectrales; o bien por el seguimiento de sus comunicaciones, el espectro electromagnético y sus emisiones de radio frecuencia.

 

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